El “somos libres” es lloriqueo de esclavos y no himno de hombres verdaderamente libres
“Los símbolos nacionales” de cualquier sociedad que se asuma como “NACIÓN”, por lo general son la BANDERA (incluyendo el ESCUDO) y el HIMNO. Además según ciertos conceptos “modernos” se considera también la CONSTITUCIÓN o “Carta Magna” del Estado. Hablamos, pues, de naciones y no de (neo)colonias... que es el caso efectivo del corral llamado “Perú”, en donde dichos símbolos son de autoría o impuestos por extranjeros, ya sea del argentino San Martín y el británico Cochrane (bandera), o por los criollos de La Torre, Alcedo y el italiano Rebagliati (himno), o el japonés Fujimori (Constitución).
Para muchos pasó desapercibido, a inicios de agosto pasado, cierta entrevista efectuada por la periodista Cintya Campos al ciudadano Edgardo Rebagliati, bisnieto del músico italiano Claudio Rebagliati, quien en 1869 –vale decir a casi medio siglo de su estreno, cantado por la soprano Rosa Merino- “cambalacheó” la música del himno criollo con autorización del mismísimo Bernardo Alcedo (autor de la música), aumentándole saxofones y tambores a la instrumentalización, además de ciertos “injertos” en la partitura.
En la entrevista aludida, el bisnieto Rebagliati sostiene que “el himno nunca estuvo perdido” (ante la alusión del cambio de la letra y música originales que comúnmente se justifican con el argumento de que se “perdieron”). Sin embargo, eso no cambia para nada el hecho concreto de que “ahoritita” el himno criollo no deja de ser una falsedad, pues lo que para Rebagliati –bisnieto- “nunca se perdió”, fue el cambalache de su bisabuelo.
Al respecto, viene a colación el siguiente extracto del libro “Etnonacionalismo” de Antauro Humala: Aquel himno (criollo), además de ajeno al país profundo de estirpe kechuaymara, fue falsificado en su letra y alterado décadas después en su música por el italiano Claudio Rebagliati en 1869. Como se sabe, la letra del himno criollo corresponde a José de la Torre Ugarte, quien según Ricardo Palma la escribió con coro y cuatro estrofas (4, no 6). De ser cierto eso, ahora serían dos las estrofas agregadas apócrifamente. Lo concreto es que la primera estrofa actual (“largo tiempo en silencio gimió…”) es falsificada (agregada anónimamente) y a la vez hizo “correr” el orden del resto de estrofas originales de las cuales fue borrada la quinta:
“Excitemos los celos de España,
Pues presiente con mengua y furor
Que en concurso de grandes naciones,
Nuestra patria entrará en parangón
En la lista que de éstas se forme,
Llenaremos primero el renglón
Que el tirano ambicioso ibérico,
Que la América toda asoló".
El criollo Palma siempre discrepó con la letra de esta quinta estrofa, a la que consideraba “de pésimo gusto literario, fanfarrona y de patrioterismo inoportuno” y que prácticamente “retaba” a su Madre Patria, España. Esa estrofa fue, en 1913 (Billinghurst), oficialmente “cambalacheada” por la del humillantísimo “largo tiempo…”. Pero, extraoficialmente aquel cambalache estuvo vigente, por lo menos, desde 1863. Efectivamente, en una carta dirigida a su amigo Juan Rivera, fechada ese año, el mismísimo Bernardo Alcedo reconoce textualmente: “conservo los versos originales, los que he sabido que los han VARIADO”.
¿Qué pudo provocar tal “cambalache”? Definitivamente, debe tenerse en cuenta que en la década de 1860 era de gran “rentabilidad política” la apología a la manumisión (libertad, por “iniciativa” de sus indemnizados amos) de los esclavos negros y que la “moda criolla” era de conmiseración hacia una antieconómica negritud… no obstante que históricamente siempre les había sido de utilidad ante el “peligro indio”.
Esta “negritud esclava” explica por qué al escucharse entonar el Himno Peruano, un extranjero podría creer estar en Mozambique, Zaire o Rhodesia… Y de alguna manera, también, explicaría psicológicamente las derrotas de nuestra selección de fútbol, que –obviamente- luego de cantar el “largo tiempo en silencio gimió” con mano al pecho y espíritu esclavo, interiorizan ante la delantera adversaria lo de la “humillada cerviz” y “la ominosa cadena arrastró”, con goleada adjunta…
Podemos inferir lo falaz que resulta asumir que el Perú es “nación”, empezando por el origen de aquel nombre, producto del desentendimiento lingüístico-cultural entre invasores e invadidos, de lo cual deriva un castrado nacionalismo postizo “de DNI”, alérgico y enemigo del ancestral y genuino Etnonacionalismo “de ADN” de la estirpe de Manko Qápaq y Mama Oqllo, ajenos a la intoxidentalización judeo-eurocentrista del corral trasero llamado “Perú”, cuyo ridículo y falsificado himno termina rindiendo pleitesía “al Dios de Jacob”, Valverde, Areche y Bush, que efectuaron en Abya Yala el más grande genocidio de la humanidad.
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